Bicicletas plegables

Las bicicletas plegables son un gran recurso. Al doblarlas son tan compactas que pueden guardarse con facilidad. Son también perfectas para llevarlas en metro o para quien no tiene un lugar en el que aparcarla y debe guardarla en el balcón o en el trastero.

¿Has pensado alguna vez en comprarte una? Si es así lee los siguientes puntos: en ellos encontrarás, de forma resumida, todo lo qué hay que tener en cuenta a la hora de elegir una bicicleta de este tipo. Echa un vistazo, seguro que te ayudarán a decidir cuál es la bicicleta plegable que más te conviene

Las marchas son casi imprescindibles en una bici plegable. Hay solo una excepción: las ciudades y tramos completamente llanos. Si este no es tu caso te convendrá comprarte una bici con marchas. Como las ruedas son más pequeñas el esfuerzo que hay que hacer para avanzar lo mismo es mucho mayor. Al pedalear cuesta arriba seguro que agradeces poder aliviar un poco tu viaje aligerando el número de la marcha.

Aunque por lo general son más pequeñas que las bicicletas convencionales, la estructura de las bicis plegables suele ser más pesada. El peso total suele rondar los 8 kilos o los 15 kilos y el precio del vehículo dependerá en parte de su ligereza.

Plantéate cuántas veces tendrás que cerrar la bici y arrastrarla plegada. Si abierta te entra bien en el ascensor o en el metro podrás elegir modelos algo más pesados pero más ligeros para el bolsillo.

Es muy importante valorar de antemano el sistema de plegado de la bici. Para ello pide en la tienda que te dejen plegar y desplegar varias veces la bicicleta ¿Hacerlo te resulta sencillo, rápido y estable? ¿Puedes mover, de forma más o menos sencilla, la bicicleta cerrada? Si las respuestas son afirmativas estás de enhorabuena, has encontrado tu bici. Si no es así, busca un modelo fabricado a partir de materiales distintos, con otras soldaduras o diseño.

Buscando un poco podrás encontrar bicicletas plegables con todo tipo de ruedas: desde las más pequeñas, de unas 10 pulgadas, a las más grandes de unas 26 pulgadas, como las de las bicicletas convencionales. Aún así, lo normal es utilizar ruedas de 20 o de 16.

Por un lado tenemos las ruedas de mayor diámetro, que proporcionarán una mayor estabilidad, pero harán mucho más difícil transportar la bici cuando esta esté cerrada.

Por otro lado, las ruedas pequeñas con las que conseguiremos una estructura mucho más compacta cerrada, pero será menos cómoda de montar una vez abierta. Las ruedas de menor tamaño son más sensibles a las imperfecciones del terreno, aspecto que podemos remediar comprando neumáticos más gruesos o añadiendo amortiguación.

No juzgues la bici solo por el tamaño que tiene cuando está cerrada, en busca de un diseño fácil de transportar, mírala bien también abierta. Las bicis muy pequeñas pueden ser incómodas para muchas personas, por ejemplo para aquellas muy altas.

Estirar demasiado el tubo del sillín puede hacer que este se deforme y algunas soldaduras poco estables pueden dañarse con facilidad bajo personas que no necesariamente tienen kilos de más. Recuerda que las estructuras más reducidas de estas bicis tienen que aguantar mucha presión.