Juegos de mesa

A lo largo de la historia, los juegos de mesa se han utilizado para entretener, aprende y compartir. Los arqueólogos han encontrado restos que nos indican que ya se jugaba a este tipo de juegos en el Antiguo Egipto, Roma y Grecia. En muchos casos, estos no se diferenciaban mucho de los juegos que conocemos hoy en día como, por ejemplo, las damas y el ajedrez. Y es que ya en tiempos pasados se conocían muy bien los beneficios de echar unas partidas. Los juegos de mesa mantienen nuestra mente activa y aumentan nuestra capacidad de aprender.

Pero no solo eso, ya que en muchos casos, los juegos de estrategia y azar, nos ayudan a mejorar nuestra destreza matemática gracias al uso de los dados. También entrenamos nuestra creatividad y aumentamos nuestra sociabilidad y nuestra capacidad para comunicarnos. Se puede aprender mucho sobre el carácter de una persona jugando a un juego de mesa. ¿Somos competitivos? ¿Tenemos paciencia? ¿Somos diplomáticos? ¿Tenemos madera de líder? Bastan unas partidas para poner las cartas sobre la mesa (nunca mejor dicho).

A pesar de que, como mencionábamos con anterioridad, los juegos de mesa llevan entre nosotros cientos de años, fue en los siglos XVIII y XIX cuando se empezaron a popularizar, siendo uno de los regalos más habituales entre padres e hijos. Al finalizar la II Guerra Mundial, se vivió un verdadero ‘boom’ y creció la cantidad de los juegos existentes hasta ese momento, apareciendo muchos de los juegos de mesa tal y como los conocemos hoy en día: el Monopoly, el Risk o el Clue, entre otros.

A este aumento de popularidad de los juegos de mesa, se unió el valor pedagógico que los profesionales empezaron a asignarles. La lectura, las matemáticas y la capacidad motora fueron los campos que se vieron más beneficiados por los nuevos juegos que aparecieron en el mercado. También comenzaron a ponerse a la venta juegos destinados exclusivamente a los adolescentes y a los adultos, que fortalecían las aptitudes de resolución de problemas y mejoraban la interacción social.

Así, hasta nuestros días, en los que existen juegos para todo tipo de personas dependiendo de las edades y los intereses.

Este juego tiene su origen en el siglo XVI en la India, se dice que el tablero hacía referencia a los jardines del gobernante mongol y el centro sería el trono. En el siglo XIX los ingleses adaptaron el juego a occidente y fijaron las normas prácticamente tal y como las conocemos hoy en día. El tablero más habitual está adaptado para cuatro jugadores, aunque hay versiones con más participantes. Cada jugador dispone de cuatro fichas del mismo color y un dado de seis caras.

Sobre el juego de las damas y sus orígenes, existen muchas contradicciones, aunque la mayoría de historiadores coinciden en señalar que nació en algún momento del siglo XII en el sur de Francia. Se trata de un juego para dos jugadores en el que las piezas se desplazan en diagonal a través de cuadros negros en un tablero de ajedrez. Cada jugador debe ‘comerse’ las piezas del contrario saltando por encima de ellas. A pesar de ser un juego aparentemente sencillo, existen grandes torneos internacionales y jugadores profesionales.

La historia del Monopoly nos lleva a principios del siglo XX y una versión anterior conocida como ‘The Landlord’s Game’, que fue patentada en 1904. Pero no fue hasta unos años después, en 1934, cuando el ingeniero Charles Darrow presentó la versión del juego que todos conocemos a la empresa Parker Brothers, que realizó algunos ajustes y se encargó de la comercialización. Hoy en día, el Monopoly se puede encontrar en hasta 26 idiomas y se calcula que más de 500 millones de personas en todo el mundo han jugado, al menos, una partida.

El ajedrez es, probablemente, el más conocido de los juegos de mesa. Sus orígenes siguen siendo motivo de discusión, aunque la versión más aceptada es la que señala su nacimiento en Asia. A Europa, llegó masivamente durante el siglo XV, con algunas adaptaciones que lo configuraron casi como lo conocemos en nuestros días. La revolución final se produjo a finales de la década de los 50, cuando se popularizaron los ordenadores y comenzaron a aparecer los primeros programas para jugar al ajedrez. Más tarde, con la era de Internet, llegaron las partidas ‘online’, que han supuesto el último gran hito de este súper juego.