Faldas

La falda es, sin duda, una de las grandes prendas que el mundo de la moda femenina nos ha dado a lo largo de los últimos siglos. Se ha presentado en multitud de formas, estilos y cortes durante muchos años y, en muchas culturas, también es una prenda importante para el sector masculino, como por ejemplo en el caso de la típica falda escocesa o la hakama japonesa. Sea como sea, la falda es una prenda que siempre estará asociada a la elegancia y la versatilidad.

En épocas pasadas, la falda ha sido percibida como un símbolo de superioridad, respeto y poder. Por ejemplo, en el Antiguo Imperio Romano, los hombres llevaban faldas para destacar sus poderosas piernas, dejando ver así cual de ellos estaba más musculado y era, por tanto, más respetado. En tiempos del rey Luis XVI, la anchura de una falda señalaba la importancia de aquella persona que la llevase puesta, no es de extrañar pues, que hubiera modelos con hasta dos metros de anchura.

Con la llegada de la época Victoriana, la falda desaparece del armario masculino para pasar a ser una prenda femenina casi en exclusiva, con modelos muy voluminosos que eran tan espectaculares como difíciles de poner.

Los modelos de faldas excesivas se mantuvieron muchos años como protagonistas en el universo femenino hasta la llegada de la Primera Guerra mundial, donde se empezó a optar por modelos más simples y cómodos. Era una época en la que se intentaba huír de todo tipo de excesos y en los que la sencillez era muy apreciada. Así, empezaron a tomar importancia las faldas de tubo con colores apagados, cuya principal misión era otorgar comodidad a la mujer.

La llegada de los años 20 trajeron el dominio de faldas con la cintura caída, que empezaron a ser una constante en cualquier armario femenino. Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945, las mujeres comenzaron a llevar pantalones, adaptando esta prenda masculina a su estilo, situación provocada en parte por la incorporación de la mujer al mercado laboral, que a su vez era una consecuencia directa de la baja de hombres en el campo de batalla.

Hubo que esperar unos años hasta que el mundo de la falda se llenase de nuevo de creatividad. Sobre todo gracias a la llegada de las propuestas del diseñador francés Christian Dior y su colección New Look. Dior presentó una serie de faldas midi que estaban llenas de frescura y que presentaban una gran novedad tanto en cuanto a diseños como a texturas y colores. En una sociedad que se reconstruía lentamente, esto fue un gran empuje para las mujeres, que comenzaron a rescatar su feminidad y tomaron la falda como bandera. .

La década de los 50 estuvo marcada por un renacimiento del consumismo que estuvo en manos de la generación de posguerra, fuertemente marcada por el llamado Baby Boom. Una década después, en los 60, la moda comenzó a tomar una gran importancia en las generaciones más jóvenes, que comenzaron a importar tendencias y a hacerlas suyas. Es aquí cuando llega la minifalda, que supuso una auténtica revolución estética que dura hasta nuestros días.

A pesar de que son muchos los nombres de diseñadores de moda asociados a la minifalda, la verdad es que no fue una prenda que surgiera en las pasarelas para luego hacerse hueco en la calle, sino lo contrario. Fueron las propias mujeres las que fueron acortando el largo de sus faldas para que subieran por encima de la rodilla. Tras el éxito que esta práctica tuvo, fueron muchas las firmas que se decidieron a crear sus propios modelos y a ponerlos a la venta.

Muy pronto, todas las 'celebrities' de la época, se apuntaron a la moda de la minifalda, destacando entre todas la de la modelo y actriz británica Twiggy, que con su figura delgada y estilizada y sus faldas cortas, se convirtió en un verdadero icono de moda seguido e imitado por muchísimas mujeres.

Es así como la falda se ha insataldo en el armario femenino y como se adapta a las nuevas tendencias cada temporada.

En los últimos años, también hemos podido ver como muchos hombres han hecho suya esta prenda sin perder ni un ápice de masculinidad e, incluso, combinándola con un traje, lo que da muestra de la versatilidad y la personalidad de esta prenda.